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domingo, 3 de marzo de 2013

guía, orienta la acción política en base de sus conocimientos sobre historia, pero también su experiencia personal de haber sido Jefe de Estado. Carlos Mesa sobre la Vanidad de Evo y de haber perdido el sentido de las proporciones un ejercicio del cinismo.


Dos hechos vinculados con el Presidente ponen en evidencia cómo entienden algunos valores quienes nos gobiernan 
Empecemos por lo aparentemente menos importante. La Asamblea Legislativa de Oruro con mayoría masista decidió bautizar su aeropuerto con el nombre del Presidente, eliminando el de Juan Mendoza, orureño, pionero de la aviación boliviana, intrépido piloto protagonista de importantes hazañas aéreas y destacado técnico que fue soporte de nuestra aviación militar en la Guerra del Chaco.
La obra de la nueva pista y la nueva terminal fue un aporte positivo del Gobierno, sin ninguna duda. Pero convengamos en que el reconocimiento de cada logro gubernamental no obliga a bautizarlo con el nombre del Presidente, tanto por el absurdo que esto implica, como porque en cuanto el régimen concluya el nombre será sustituido. El fondo es, sin embargo, revelador. Por un lado, subraya la obsecuencia lamentable de asambleistas que se sienten obligados a la adulación que los empequeñece. Adulación puesta en evidencia por el rechazo masivo del pueblo de Oruro que expresó con claridad su oposición a lo que sus representantes decidieron.
Por el otro, retrata el espíritu del Presidente cada vez más encantando con este mundo irreal de obsecuencia, halagos, aplausos y venias que lo acompañan todos los días. Si fuese verdad que se siente un hombre que representa la base del pueblo, que es uno más de los bolivianos, que precisamente porque viene de la lucha popular quiere mostrar austeridad de vida y de formas, lo primero que él mismo habría hecho es rechazar la nominación; ésta y todas las que se quieran hacer. Pero no, no hace siquiera el gesto pidiendo que se retire su nombre del aeropuerto. Cómo hacerlo, si le parece muy bien el despropósito de edificar en Orinoca un museo en su honor, obra que demandará varios millones de dólares que debieran ser usados en Tiahuanacu donde verdaderamente Bolivia debe hacer un homenaje a su glorioso pasado.
¿Es que el Presidente y sus colaboradores han perdido de tal manera el sentido de las proporciones? El tamaño de Morales lo medirá la historia larga, no gestos penosos en la saga de los caudillos que quisieron inmortalizarse con nombres y monumentos efímeros, mucho más frágiles de lo que parecían cuando se edificaron.
Sigamos con un asunto de fondo: La disposición transitoria de la CPE. Los actos de equilibrismo verbal de los más lúcidos juristas del Gobierno, las afirmaciones de varios ministros, del propio Vicepresidente y Presidente sobre el particular, demuestran un terrible ejercicio de cinismo.
La Disposición Transitoria, como su nombre lo indica, vale en este caso única y exclusivamente para la elección presidencial de 2014. Fue redactada para ese proceso y tiene un solo destinatario: el presidente Juan Evo Morales Ayma. Se incluyó en el texto Constitucional en el año 2008. La CPE fue promulgada el 7 de febrero de 2009, antes del acortamiento del mandato de Morales, es decir, sabiendo Morales y la oposición que ese mandato se acortaría.
El texto de tal disposición se refiere a mandatos de un modo general y por tanto es aplicable a mandatos concluidos y a mandatos acortados. Pero bien, supongamos por un momento que se puede interpretar que como el periodo de Morales se redujo un año, el texto no se aplica. Esa lógica desbarataría el basamento conceptual de la prohibición de la CPE (Art. 168) de ir a la tercera reelección del Presidente. Bastaría con que un presidente (cualquiera) renuncie al cargo un día antes de la conclusión de su periodo, para afirmar que como este no concluyó, en su caso no se aplica la limitación constitucional de reelegirse. El absurdo y el despropósito de tal interpretación salta a la vista.
Vayamos ahora al tema del honor personal y la palabra empeñada. Supongamos que a pesar de todo, es posible una interpretación del texto en cuestión que niegue su esencia. ¿No se redactó acaso esa Disposición y el Artículo 25 de la Ley Electoral de 2009 como producto de un acuerdo entre el Gobierno, representado por el Vicepresidente Álvaro García Linera y la oposición? ¿No dijo el presidente Morales el año 2008 en un vehemente discurso en la plaza Murillo que había renunciado a una segunda reelección en aras de la unidad del país? ¿No dijo allí que eso demostraba que no era un hombre con ambiciones de poder?
Pues bien, con total frialdad, abanicándose en las palabras de ese discurso que los medios han reproducido, abanicándose en los observadores internacionales que garantizaron la solemnidad de ese acuerdo basado en un compromiso político, en una disposición en la CPE y en el Código Electoral y, sobre todo, en la palabra de quienes los suscribieron y promulgaron, el Presidente y el Vicepresidente niegan lo que hicieron.
No sé si en la ética de los revolucionarios, marxistas y no marxistas, y en la de los indígenas que sustentan la frase Ama Kella, la palabra de honor es un concepto neoliberal, burgués, reaccionario, o k’ara. Visto lo visto, pareciera que sí. 

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