En el narcotráfico que crece sin control y en la presencia de grupos ligados a cárteles o a mafias que han traspasado las poco vigiladas fronteras nacionales se encuentran, entre otros, los factores de intranquilidad e inseguridad que afectan a los bolivianos. Son factores asociados a la violencia que tiene adquiridas diversas formas en el país, al punto de haberse convertido en real flagelo. En Santa Cruz, una faceta violenta resulta de la proliferación de decenas de pandillas juveniles, producto de la marginalidad y de la desintegración familiar como causas principales.
Algunas de esas bandas se dedican al robo y otras al ‘microtráfico’ con redes de distribución de droga en colegios de la ciudad.
El narcotráfico es el germen de un mal que ha hecho metástasis, con menor o mayor intensidad, en varias partes de la geografía nacional. En Apolo, al norte de La Paz, fue emboscada una patrulla policial a cargo de la erradicación de cultivos ilegales de hoja de coca destinados al narcotráfico y que se han multiplicado por doquier. En el ataque, cuatro miembros de la Fuerza de Tarea Conjunta perdieron la vida, 14 resultaron heridos y ocho fueron secuestrados. Incluso, dos oficiales de alta graduación fueron vejados al ser obligados a vestir polleras.
El Ministerio de Gobierno vinculó la emboscada de los cocaleros en Apolo a “intereses de narcotraficantes peruanos”. Informes adicionales atribuyen a expertos francotiradores los certeros disparos que causaron la muerte de los policías e hirieron a otros. La presencia en Bolivia de cuadros vinculados al narcotráfico y al crimen organizado ha sido negada una y otra vez por el Gobierno, que solamente cree que se trata de ‘emisarios’ de aquellas organizaciones irregulares. Parece haber quedado en el olvido el violento enfrentamiento en 2011 en el Parque Isiboro Sécure con narcos colombianos y en el que murió a bala un oficial de la Felcn y otro fue herido, después de que allí fuera descubierto un ‘megalaboratorio’ de cristalización de drogas. Los atacantes desaparecieron del lugar sin dejar huella.
La violencia también halla caldo de cultivo en atroces linchamientos impunes de decenas de ciudadanos. En el mal funcionamiento de un retorcido sistema judicial. O en un estado de confrontación permanente entre bolivianos y que estimula una virulenta línea discursiva, acentuada en estos tiempos de campaña prelectoral. Es la que, imperturbables, vociferan gobernantes incapaces de reflexionar en torno a la demanda de reconciliación y unidad entre bolivianos en estos cruciales y dramáticos momentos
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